Surf Trips: Cuando pa Chile me voy…

Nachito López comparte con Surfing Latino su último surf trip por la tierra de las izquierdas interminables…

«Muchas veces me cuesta aceptar el poco tiempo que surfeo durante el año,  me angustia saber que lo que más me gusta a veces tarda mucho en llegar… pero creo y confío que de esta manera cada oportunidad de surfing y de viaje se disfruta de una manera inexplicable.

Terminando mi etapa de estudio, y antes de empezar a trabajar full time, por suerte se me dio la oportunidad de tomarme 10 días. La semana del 15 de febrero doy 3 finales, miércoles, jueves y viernes, a la misma vez que organizo un viaje a Chile saliendo ese siguiente domingo. El único día que tuve para ponerme a punto con las tablas y trajes fue el sábado.

Le ofrecí a varios amigos surferos la propuesta de irnos, mostrándoles un presupuesto ya armado que era bastante tentador.  Estaba dispuesto a irme solo en el caso de que nadie accediera, y en un principio parecía que así se iba a dar. Sin embargo, de un día para el otro se sumaron 3 amigos. Algunos con más ganas de surfear que otros, pero todos sabiendo que esos diez días la prioridad era meternos al agua. Queríamos despejarnos y tener este espacio antes de empezar las tareas que nos van a tener ocupados y preocupados durante todo el año.

Nos tomamos un avión a Santiago y alquilamos un auto para irnos a Pichilemu, donde surfeamos los points de Puntilla, Infernillo y Punta de Lobos. Nuestra intención al principio era recorrer alguna parte más de Chile, pero al ver lo cómodos que estábamos a media cuadra de la playa en una impecable y sencilla cabaña de Infernillo, decidimos quedarnos y surfear esos 3 points que nos rodeaban.

Clásica postal de la entrada al point en Las Tetas

El primer día, parecía arrancar sin olas, con algo de viento. Nadie en el agua. Pero siendo el primer día pensás: “me meto igual, a remar un rato” y sin embargo al entrar pudimos correr algunas olas divertidas. Bastó la primera metida para darnos cuenta de la fuerza que tiene el Pacífico. En Infernillo surfeamos algunas buenas izquierdas, a veces con muy buen tamaño. Y en Punta de Lobos tuvimos días espectaculares. La fuerza que tiene esa ola, la masa de agua que arrastra, los altos espumones, que  pueden sacarte y alejarte del pico sin opción. Aparte la playa es muy linda, es un lugar tranquilo, seco, con lindas vistas y de un atardecer inolvidable. El acantilado da esa sensación de que la tierra hace el imposible esfuerzo de detener la impetuosa fuerza del mar, y va tomando la figura de muro que defiende la ciudad de las olas.

Nos gustó mucho el lugar, es agradable caminar por las calles de tierra y hacer compras en los almacenes locales, la gente que conocimos es simple y cariñosa. En el centro hay más movimiento pero no deja de ser un lugar tranquilo. A mitad del viaje, el domingo, tocaba ir a misa y así lo hicimos. Cuando llegamos a la Iglesia nos enteramos de que la misa era una hora antes, o sea que ya nos la habíamos perdido; pero alguien nos avisa que estaba empezando otra en “La Caleta de los Pescadores”,  y nos dice donde encontrar el lugar. Al llegar, el lugar era sobre un costado de la bahía, sobre el mar, y desde nuestro lugar podíamos ver el pico de la ola y los surfers corriendo justo por detrás del altar. Una vista que difícilmente encontremos dentro de un templo, sin desmerecer su sacralidad. Otra linda experiencia, no hubo mejor momento para agradecer a Dios por el viaje y por tantas otras bendiciones.

Fue un viaje espectacular, donde el surf a pesar de ocuparnos buena parte del día, fue sólo un detalle, a pesar de ser el objetivo principal del viaje fue uno entre tantos otros resultados obtenidos. Pero fue sin duda, un detalle imprescindible, que potenciaba el disfrute de cada momento en la casa y en la mesa donde compartíamos las comidas, los mates antes y después de meterse al agua, las charlas que se generaban todo el tiempo. El grato cansancio de la noche era el sentimiento que nos unía alrededor de la mesa, a la vez que nos deleitábamos con nuestra cocina y sólo hablábamos de lo rico que estaba todo, simplemente por haber sido preparado por nuestras manos, y porque además había siempre una coca – cola sobre la mesa que todo lo corregía.

Agradezco a Dios y a los compañeros de viaje por los extraordinarios días que compartimos en Pichilemu, lugar al que con certeza querremos volver. Va a costar no extrañar el surf, pero por suerte siempre nos quedan lugares por conocer y olas por surfear. Esperemos no falte mucho para el próximo surf trip».

Texto y Fotos: Nachito López

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