Nacho López nos cuenta su experiencia de haber vivido y surfeado en estos tres lugares que cualquier surfista sueña con surfear
Entre enero y julio de este año tuve la suerte de viajar por Centroamérica, Australia e Indonesia. Fueron viajes diferentes pero en los tres disfruté muchísimo de conocer playas, convivir con tantas personas, ver distintas formas de vida, países totalmente diferentes, arreglármelas para vivir en cualquier situación. Fue una gran experiencia, aprendí mucho y pude ver desde otra perspectiva la vida que llevo acá en Buenos Aires, tuve tiempo para pensar, leer y escribir, para rezar y hacer silencio, para preguntarme muchas cosas y seguir descubriendo el sentido de mi vida. Además, surfé olas que no sabía ni que existían. Me encantaron los distintos points que tuve la oportunidad de conocer, olas grandes y chicas, pero más de una vez, perfectas!!
Enero y Febrero estuve con Juancho, mi hermano, y Matías “La Lacra” Bonorino en Costa Rica y Panamá. Por una semana surfamos los points de Bocas del Toro en Panamá. No agarramos un muy buen swell, pero tuvimos algún que otro día divertido. Y las olas son bastante perfectas, con fondo de reef generalmente, así que entre el viaje en lancha a los points y lo increíble que es el paisaje, es difícil no disfrutar. El lugar está lleno de islas, arena blanca y mucha vegetación, agua transparente y caliente. Nos quedamos un poco con las ganas de agarrar un buen swell pero igual conocer esas islas y la cantidad de points que existen estuvo muy bueno.
A fines de enero nos fuimos para Costa Rica, al sur, en el pacífico. A Santa Teresa, donde Juancho estaba viviendo desde noviembre del año pasado. Nos instalamos en una casita a una cuadra de la playa. Fue un mes entero de surfear, tomar mate y descansar. Nos despertábamos muy tempranito y surfábamos varias horas a la mañana, después cocinábamos algo y entre que comíamos y nos tirábamos un rato ya se hacia la hora para surfear el lat. Terminábamos siempre tomando unos mates viendo caer el sol. La playa es muy linda, llena de palmeras, muy ancha, poca gente, es ideal. Los mediodías eran duros porque el calor era casi insoportable, el agua se ponía tan caliente que no podíamos meternos. Costa Rica me encantó su gente, todo muy básico, nada funciona en horario, no te sorprendes con nada, quizás el barco que te tiene que llevar al aeropuerto, que sale siempre a las 3, ese día salió a las 5. “Pura vida”, la gente siempre tiene buena onda, te ayuda como puede y viven a su ritmo, es muy interesante. Además de Santa Teresa, fuimos a una playa del atlántico que se llama Puerto Viejo, que parece que sale una izquierda peligrosa sobre un banco de coral, pero no entraron olas, por suerte, porque no estoy seguro si me hubiese metido…
El 25 de febrero me volví de Costa Rica para estar unos días en Buenos Aires y a principios de marzo me tomé un avión a Sydney, con la idea de vivir unos meses en Australia. Tenía pocas referencias, bastante miedo de no saber bien para donde arrancar. Pero por suerte lo poco que tenía me sirvió. Me habían comentado de un lugar a 2 horas de Sydney donde es posible trabajar en negro. Así que después de una semana de recorrer el centro de Sydney, visitando sus atractivos principales, caminando y disfrutando de la ciudad, me fuí para esta playa a dos horas del centro. Me instalé en un hostel a dos cuadras de la playa. Busqué trabajos, de obrero y jardinero principalmente, pero también estuve trabajando con plomeros y algunos constructores más. La verdad que la experiencia de los trabajos fue increíble. Era algo muy nuevo, distinto, donde no solo aprendí a usar una pala o un taladro, sino también a tratar con distintos jefes. El trabajo físico me costó bastante pero lo más difícil era trabajar con australianos medio histéricos que gritaban y se enojaban seguido. Igual, 9 o 10 horas bajo el sol, con pico y pala, es muy duro, así que lo disfruté como pude pero a la vez hice bastante esfuerzo. Todo ese tiempo viviendo bastante solo, trabajando mucho, surfeando poco, me enseñó bastante, por eso yo creo que estuvo muy bueno… Pero no lo volvería a hacer. El surf de esta playa era bastante constante, y de hecho, entraron varios swells de tamaño. Nunca había surfeado olas tan grandes, pero fue de lo que más me divirtió. Siguiendo el consejo de un primo mío, me compré una tabla 6´8´´, y empecé a surfear olas grandes muy cómodo.
En los meses de trabajo, muchos de los fines de semana, me iba unas horas al sur en tren con unos amigos y surfeábamos una ola de reef en un lugar llamado Shark Island, que si entraba con tamaño era tremenda. Además, después de las primeras dos semanas de trabajo, que terminé muerto, me tomé un avión a Gold Coast con dos bodyboarders que tenían un torneo allá. Llegamos a Kirra y estaba en un día clásico. Olas de 2,3 metros, todos en el agua o en la orilla mirando, una de las olas más largas del mundo si no me equivoco. Fue espectacular ver eso, la gente, la cantidad de personas remando una misma ola, los tubos, todo. Los demás días surfé en una playa cerca de Kirra, que tenía excelentes olas también pero la mitad de gente. Era donde se iba a correr el torneo de body, así que se pueden imaginar el tipo de ola: totalmente tubular! La primera ola me corta la pita y tengo que salir nadando. Me repongo y vuelvo a entrar. Me trato de meter en un tubo, se me parte la tabla, no fue fácil. Pero estaba de vacaciones, en Australia, en un lugar único. Esa misma tarde me compro una tabla usada y al otro día con la primera luz ya estábamos en el agua. Las mejores olas de mi vida sin duda, me metí en un par de tubos, hasta me animo a decir que uno fue bastante largo. Estaba feliz, y esas olas encima duraron 4 días más. Después vino el torneo de body cuando ya no había olas. Los últimos 5 días no hicimos más que salir y dar vueltas. Fuimos a Surfer´s Paradise un par de noches y fue un descontrol. Muy divertido compartir esas noches con un vasco español y un sudáfricano. Tomando un par de cervezas ya nadie entiende el idioma del otro. Yo tenía que actuar de traductor porque el vasco no agarraba una en inglés y además el inglés del sudafricano era muy cerrado. Entre señas y risas nos entendíamos bastante. A pesar de la barrera del idioma, nos conocimos bastante y terminamos siendo muy amigos.
Después de Gold Coast vuelví a mi casa en las afueras de Sydney, a tirar paredes, hacer cemento, cavar pozos y cargar piedras y mármoles. Fue la parte más dura del viaje, los amigos o los conocidos van tomando otros caminos y tener que buscarte compañeros entre tantas horas de trabajo no es fácil. Pero por suerte uno de los jefes me quería mucho entonces hacíamos bastante cosas juntos después del laburo. Además, en mis visitas a la Iglesia la gente me invitaba a comer a sus casas, me encontré con australianos muy hospitalarios y entonces no sólo comía algo rico sino que también disfrutaba de la situación: comer con gente desconocida, distinta, charlar y descubrir que en el fondo somos todos bastante parecidos. Iba muy seguido a Misa y encontré un montón de fuerza en Dios cuando tenía más ganas de volverme. A la tarde siempre me hacía un rato de oración y me llenaba de pilas y me ordenaba un poco. Me encantó volver a confirmar como Dios me acompaña siempre.
Cuando ya ahorré suficiente me fui para Perth, la otra punta de Australia, en donde agarré las olas más grandes de mi vida. Fue raro, con mucho miedo, pero más que todo yo creo que el medio fue porque estaba solo. Sentía que tardaba un rato en bajar la ola por lo grande que era. Fue espectacular. Recorrí muy poco el Western, pero por lo que ví puedo decir que sus playas y sus olas son impresionantes. Siempre, siempre, hay swell. Además hay muchas playas es por eso que cuando hay olas tranquilamente podes encontrarte un spot donde haya poca gente o nadie. A la semana me fui para Indonesia, que obviamente merece un párrafo aparte.
Llegué a Bali, sabiendo que era la última parte del viaje, para quedarme 3 semanas. No pude enganchar con ninguno de los que había viajado antes, por lo cual andaba solo, pero feliz! Es un lugar que no se puede describir, solamente hay que ir y conocerlo! Las olas son demasiado perfectas. Es otro mundo, una isla donde todo es bastante precario. Se nota muy bien que la isla esta absorbida por el turismo. Podes encontrar un terrible hotel cinco estrellas y al lado una casita muy rudimentaria, algo demasiado bizarro. Es muy lindo ver la manera en que vive la gente. Son de piel oscura, isleños, todos petisos y muy flaquitos generalmente. Te atienden con una sonrisa, a pesar de que por ahí no tengan la dentadura completa. Hay que intentar entenderse con el inglés, pero la mayoría de las veces estás haciendo señas y riéndote de no saber si alguien te entendió. Me instalé en el sur de la isla, en la playa Bingin. Estaba en una cabaña en frente a la ola. Una viejita que me cocinaba lo que quería y la heladera estaba siempre lista con cocas y birras. Además estaba muy cerca de Uluwatu, Padang Padang e Impossibles. Bali fue totalmente perfecto, 20 días que no me voy a olvidar nunca más. Agarré 3 swells y tuve un solo día sin olas. Cuando se termina el segundo swell, ese día, el mar estaba totalmente planchado, sin olas. De esta manera, decido irme en moto a recorrer todo el centro de la isla. Compré unos vestidos para mis hermanas, unas musculosas por 1 dólar y algunas remeras de marca a un precio regalado para mis amigos. Esa noche me tiré a ver una peli y me acosté más o menos tarde por que sabía que no había olas. Al otro día, me despierta el ruido de las olas, y sin salir del cuarto empecé a sonreír seguro de que el mar había creció. Abro la puerta y miro: una imagen que te juro me la voy a acordar toda la vida. Una izquierda atrás de la otra, grandes y perfectas. Lo impresionante es que ni las fotos ni la filmación ni nada puede reproducir eso que ves, menos eso que sentís. Lo escribo así porque es real, fue algo que realmente disfruté y guardé, además estar solo en ese momento y sonreír es raro, pero es muy lindo. Quedaron 4 o 5 días de olas increíbles. De Bali me fui para Sydney donde agarre el vuelo de vuelta a Buenos Aires, a fines de Junio.
Estoy feliz de por fin haber hecho un viaje así. Me saqué un poco esas ganas que ya me inquietaban demasiado, estuvo excelente. Las ganas no eran solo de surfear, sino también de trabajar, aprender, vivir lejos y arreglándomelas sólo. Pero es verdad que el surf fue especial. Es fácil darse cuenta que el surf es como todo: es para compartirlo! Lo lindo no es sólo el tubo o el olón que te bajastes, sino el viaje en el auto, esa ansiedad compartida, el miedo que nadie quiere admitir cuando se tiran de las rocas uno atrás del otro, como nos motivamos cuando vemos que está rompiendo, y ni hablar de la picada que te comes a la nochecita con esos que se metieron con vos! Por eso, espero y tengo ganas de que mi próximo viaje sea entre amigos, para disfrutar de compartir esos días surfeando y viviendo juntos. Y ojala, algún día pueda volver a Indonesia con amigos y familia.
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