Hoy te dejamos una nueva nota de Kako Garcia, entrenador de Surf en The Camp (España) y columnista de Surfing Latino. En la misma nos contará sobre situaciones que habitualmente tenemos cuando estamos en el mar compitiendo y como hacer para seguir adelante de la mejor forma.
Hoy te dejamos El miedo a las olas 2
En el artículo anterior, comprobábamos que una minoría de los riders se salen de lo normal, lo habitual, en cuanto a valor y Big Wave se refiere.. Veamos hoy por qué esos surfistas no tienen miedo, o acaso parecen no tenerlo.
En el núcleo lateral de la amígdala (pequeña estructura del interior de nuestro cerebro), puerta de entrada de la información sensorial al sistema límbico, se encuentran los receptores NMDA (N-metil-D-aspartato) que bloqueados farmacológicamente impiden la adquisición del miedo. Esto apunta a que anomalías en estos receptores podrían estar relacionados con corcheros y surfers valientes, osados o temerarios. Es decir, existen anomalías en el cerebro, que explican en parte, la existencia de surfers “especiales”, o sea, que se salen de lo normal.
Ésto es algo que mucha gente admira, precisamente, porque la mayoría estamos “atados” a las respuestas emocionales que nuestro cerebro, desde sus orígenes más primitivos, nos envía a través de sus variados mensajes. Por ello admiramos a surfistas y bodyboarders liberados de estas cadenas. ¿Qué curioso admiramos un error en el cerebro?
Algunas veces, cuando nosotros asumimos riesgos, bien por la sensación o buscando cierta admiración, el error aparecería cuando superemos el complejo concepto del Límite Personal ( Parte1). Vencer el miedo, cuando el peligro es real, es un error de nuestro cerebro. Estos errores son carne de entretenimiento y admiración para cerebros sanos, que se quedan en la playa sin miedo, porque están fuera. Entre éstos, los que no tienen tabla para esas olas, los que están lesionados, los que dicen que no está bueno y los que simplemente reconocen que tienen miedo y que deciden, de manera muy sana, vencerlo sin meterse al agua. Me quedo con éstos últimos y personalmente reconozco cuando no me atrevo a entrar.
Está demostrado científicamente que altos niveles de ansiedad tienen correlatos fisiológicos como el aumento de la sudoración, de la presión arterial, del ritmo cardíaco, la presencia de una respiración deficiente, entrecortada, y otros cambios orgánicos dependientes de la activación de la rama simpática del sistema nervioso . Evidentemente, la actividad cardiovascular está directamente relacionada con el consumo de oxígeno por parte de nuestro cuerpo, así que tratándose de surf y de la relevancia que tiene el oxígeno bajo una ola, este apartado merece un análisis más detallado: Veamos en particular uno de los tres planteamientos teóricos que han sido importantes para el desarrollo de la investigación cardiovascular:
– Uno de los mayores peligros de surfear olas grandes es la falta de Oxígeno. En esta línea podemos encajar la Teoria del acoplamiento cardiaco-somático del psicofisiólogo Paul A. Orbrist (1976; 1981) (la que necesariamente no vamos a desarrollar). Según ésta, tanto los cambios en la actividad cardíaca como los de la muscular estriada son coordinados o integrados por el sistema nervioso central y tienden a covariar com las emociones(Carretié, L.; Iglesias, J. 1994) . Una situación peligrosa, ansiosa (la ansiedad va emparejada al peligro genéticamente y nos ha protegido de él durante miles de años) evoca una respuesta de defensa o sobresalto, cuyos síntomas fisiológicos producen taquicardia, y por tanto, que nuestro organismo consuma hasta diez veces más oxígeno que en una situación de actividad estable o rutinaria. Es paradójico que en este caso, en el deporte del Surf y el Bodyboard, ante una situación crítica, el miedo y la ansiedad nos perjudiquen en vez de protegernos, ya que en este momento es cuando más O2 necesitamos.
Sin embargo, no resulta tan paradójico si reflexionamos acerca de que somos una especie fundamentalmente terrestre, y los síntomas de la ansiedad y del miedo se corresponden con el de un organismo preparado para un escape o evitación urgente ante una determinada situación: el miedo nos prepara para huir. Sin embargo, cuando percibimos este miedo al estar en frente de un monstruo de toneladas de agua salada, el escape o evitación sólo es posible con un buen piloto de moto acuática o con una cuerda tirada desde un helicóptero (no se me ocurren más posibilidades), algo que probablemente no tengamos los bodyboarders y surfers de clase media y baja.
Creo estar convencido, de que si toda una muestra de población hubiese surfeado desde hace miles de años y como si de una gran familia se tratase, y el surf se hubiese traspasado a lo largo de todas las generaciones de familias milenarias, uno o más de los genes de esta gran familia habrían mutado hasta conseguir que la reacción fisiológica asociada al miedo fuese contraria y conservadora de O2 (me permito esta última hipótesis utópica y sin rigor). Tristemente para el surfista o bodyboarder, esto no es así, lo cual No significa que tiremos la toalla en nuestro afán de que olas grandes y aumento del consumo de O2 no caminen de la mano.
Por otra parte tampoco debemos de olvidarnos del reflejo de buceo, que elicita, además de apnea (interrupción de la respiración), aumento de la presión sanguínea y bradicardia. Éste es uno de los llamados reflejos cardiovasculares, generados por ciertos mensajes aferentes provenientes del exterior del sistema cardiovascular, más concretamente de los quimiorreceptores que ejercen su principal influencia en la actividad respiratoria, aunque también en la cardiovascular. En concreto cuando se detecta un incremento en la cantidad de CO2 y disminuye la de O2 en sangre, tiene lugar la bradicardia y el aumento de la presión sanguínea. Pero, salvando las distancias, existe una diferencia emocional significativa entre la voluntariedad del buceo en agua tranquila, en la cual uno pone fin a su apnea de manera calmada y voluntaria, y la obligatoriedad de una situación de riesgo en el mar, en la cual el fin de la apnea lo marca la naturaleza, la potencia de la ola y nuestra habilidad para salir de una caída monumental o un olón que nos cae delante.
En resumen, el análisis anterior quiere decir que la dificultad para conservar el Oxígeno ante el peligro y, por tanto, el autocontrol de la actividad cerebro-emocional no es un problema con una única solución genética, sino que se puede aprender, entrenar, condicionar y por tanto cambiar. Partimos de la base de que para no sentir miedo, una solución es no meterse al agua cuando pensamos que podemos encontrarnos en una situación peligrosa. Pero si queremos solucionar este “problema” o simplemente enfrentarnos a este reto, tenemos dos opciones;
a) no sentir miedo
b) sentirlo y cambiar nuestra respuesta ante él.
Cualquiera de estas dos soluciones nos mantendrán con más garantías de éxito ante una situación de riesgo en las olas grandes. En cuanto a la seguda opción; cómo lograrlo es otra historia, en la que la figura del entrenador como agente de “cambio” me parece imprescindible, y como seguidor del modelo de “Terapia sistémica breve” pienso que, en ocasiones, puede ser cuestión de un buen enfoque y de un surfista o bodyboarder con recursos y predisposición a ese cambio.
Creo que la psicología ha aportado muchas contribuciones al deporte. Personalmente, para surfear olas grandes creo que hay que estar físicamente muy bien, técnicamente regular y psicológicamente preparado, o bien loco de remate.
Como conclusión: En situaciones críticas el surfer tiene miedo, se excita y consume excesivo O2. El surfer preparado mentalemente, o no tiene miedo, o lo tiene, lo controla, se relaja y conserva su O2.
El verano se muere, el invierno se acerca. Ánimo a todos, valor y al toro.
Dedicado a Juancar y Seo.
Surfers viveirenses compañeros de sesiones XL de Surfing y de pesca extrema.
Carlos García “Kako”
Psicólogo experto en terapia Sistémica
Entrenador profesional de Surf en The Camp