Siete años atrás, vivía en Buenos Aires, Argentina. Tenía un lindo auto, un lindo departamento y una carrera exitosa en la comunicación. Podría haber seguido con esa carrera por el resto de mi vida, pero un día me empecé a sentir muy mal en el trabajo y me llevaron en ambulancia al hospital para operarme de inmediato. Luego de dos semanas, siete cirugías y una bolsa de colostomía en el abdomen, seguía con la misma dolencia en el estómago. Pasé tanto tiempo en el hospital sin poder comer que perdí peso y mis ojos lucían cadavéricos de tanta morfina que estaba recibiendo. Luego de todo esto, los doctores lograron curarme, cerraron la bolsa de colostomía y me dijeron que nunca podría volver a surfear.
En el mismo momento que ocurrió todo esto, mi papá fue diagnosticado de cáncer terminal. Murió el 12 de abril de 2009. Entonces, tres días después, fui a ver a mis jefes en Turner Broadcasting y renuncié. Me ofrecieron más dinero, seguro médico, tarjetas de crédito, pero había aprendido que necesitaba vivir la vida que había soñado de chico. Había crecido mirando fotos de Pipe o de Mike Stewart tomadas en Teahupoo. Entonces, el 11 de mayo, agarré mi cámara réflex, unos lentes baratos y compré un ticket a Puerto Escondido. Corrí dos swells enormes y me quedé hasta septiembre. Luego, me fui al North Shore, compré una furgoneta y viví en ella porque no me alcanzaba para alquilar un cuarto. Me la pasé surfeando en Pipe y nadando con mi cámara cada vez que podía, hasta la siguiente primavera cuando decidí que era hora de mudarme devuelta. Esta vez, pasé cuatro meses a Tahití sacando fotos en Teahupoo. Les compré equipos usados a fotógrafos de surf y, durante los siguientes cinco años, permanecí viajando por California, México, Tahiti y Chile. Mi equipo fue mejorando con los años y, de vez en cuando, salían fotos mías en las revistas. Algunas veces, las secuencias salían en televisión. Pasé de trabajar para Turner Broadcasting a venderles secuencias.
Cuando volví a la Argentina, hice un clip para Volcom y uno de sus riders argentinos. Habían oído mi historia y me ofrecieron empezar a ayudarme con ropa, trabajo y, finalmente, apoyo para mi nueva carrera. Cuando abrieron la Volcom House me permitieron formar parte de la familia Volcom. A través de ellos, he trabajado con surfistas como Gavin Beschen, Kai Mana Henry, Carlos “Cali” Munoz, y mucho más. El océano me salvó de seguir con una carrera que no amaba. Aprendí que todo en la vida va muy rápido y que el tiempo nos puede prostituir. No hay nada peor que ver como el tiempo se te va de las manos. Nada más triste que dejar que te roben tus sueños, volverte viejo, deseando haber tomado otras decisiones. Aun así, nunca digas “es muy tarde”.
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