Es un lunes de verano en el norte de Mar del Plata. Lucas Rubiño y su equipo llegan a la playa de Puerto Cardiel cargando tablas de surf adaptadas y sillas anfibias. Surfistas de todas las edades, desde un chico de 3 años hasta una mujer de 72, con diferentes capacidades intelectuales y motrices van a entrar al agua acompañados del staff de “Remando Juntos”. Hay alumnos con síndrome de down, parálisis cerebral, espina bífida, amputaciones, ceguera o hipoacusia.
Pero en el agua eso no importa.
En la orilla hay longboards y tablas de body de diferentes tamaños, todas muy anchas. También sillas anfibias para la arena y el agua. Todo el equipamiento está diseñado para adaptarse a las distintas necesidades de los alumnos. Entran al mar en turnos, de uno en uno, asistidos por un familiar o un ayudante de la escuela que se sienta con ellos en un gran tablón y los rodea con sus piernas. Dos personas más ayudan: una sostiene la tabla de costado y otra empuja manteniendo la tabla firme desde atrás cuando la ola los alcanza. También hay chicos que surfean parados, ya sea sin ayuda, o sostenidos de las manos desde los costados de la tabla. Tuve la suerte de meterme al mar con algunos de ellos. Como Sofi, mi tocaya de 7 años, que al principio no estaba muy convencida, pero se terminó animando y surfeó 3 olas. Es increíble ver en sus sonrisas el disfrute y la emoción mientras avanzan con las espumas. Casi todos piden una ola más. Y ahí vamos. No sé quién está más feliz.
El surf adaptado es una modalidad dentro de este deporte practicado por personas que tienen alguna limitación física. Son cada vez más las organizaciones alrededor del mundo que cuentan con programas para personas con distintas capacidades relacionadas al mar. Está comprobado que el mar cura y ayuda a mejorar la calidad de vida. La inmersión en el agua salada mejora la capacidad respiratoria, favorece la eliminación de toxinas, activa la circulación y fortalece los huesos.
Los deportes adaptados integran. El surf, además, regala ese mágico contacto con la inmensidad de la naturaleza.
Ganas en acción
Lucas Rubiño no se cansa de repetir que el surf le dio mucho en la vida, y quiere devolver aunque sea un poco. Desde hace 12 años que trabaja en la invención de adaptaciones en tablas y sillas para que todo el que quiera pueda surfear. Lucas es profesor dedicado a la educación especial, excampeón y competidor del circuito nacional de longboard y entrenador. Además de coordinar las actividades de “Remando Juntos” es dueño de un hostel que tiene un loft pensado para que personas con movilidad reducida también puedan sumarse a un surftrip.
Las actividades de “Remando Juntos” son totalmente gratuitas y abiertas a quien quiera sumarse. La escuela funciona durante todo el año, en diferentes “spots” según el día y las condiciones del mar. Cuenta con la ayuda de guardavidas, voluntarios y algunas empresas que apoyan el proyecto que se lleva a cabo a pura garra. Lucas coordina la escuela, y tiene dos trabajos. Duerme poco. No para. Su palabra preferida es “acción”. Lucas quiere contagiar.
“Yo lo que más quiero es se abran las puertas para las personas con discapacidad, que los incluyan en todas las actividades y que más gente se anime a hacer acciones solidarias. No importa cuál sea tu área, lo que hagas, incluilos. Me pasó que cuando salí en el programa “Puentes de Esperanza”, por canal América, me explotó el whatsapp y la casilla de mail. Me escribían dándome las gracias por lo que hacía, y me decían que les encantaría hacer algo por el otro. No me quedan dudas de que hay mucha gente con ganas de ayudar. Pero esas ganas hay que transformarlas en acción”.
En la playa conocí a una de sus alumnas más experimentadas: Elvira alias “Chiny”, una marplatense hermosa de 67 años que está en silla de ruedas debido a una enfermedad que afecta y deteriora sus músculos.
“Cuando era más joven, iba todas las tardes de mi vida al mar. Con la enfermedad se me hizo cada vez más difícil moverme por mis propios medios. No dejé de ir a la playa, pero con la silla de ruedas solo podía llegar hasta la zona de las carpas donde un guardavidas amigo a veces me alcanzaba un balde lleno de agua de mar donde me mojaba los pies para refrescarme. ¿Sabés la tristeza que me daba? Yo amo el mar y no podía llegar. Una tarde, andando por las playas de Luro, vi que unos guardavidas probaban unas sillas adaptadas, anfibias. Desesperada, les pedí que me presten una. Ese día volví a meterme al mar y me quedé horas con la silla en el agua. Los chicos de la playa me contaron sobre Lucas y su escuela y acá estoy. Para mí volver al mar fue volver a sentirme en libertad, flotar, sin hacer fuerza, sentir».
La accesibilidad es todo un desafío en Argentina. Pocas playas cuentan con rampas que permitan el acceso de sillas de ruedas o personas con movilidad reducida. Para que una playa pueda considerarse accesible se necesita: una rampa amplia que llegue a la arena mojada, decks para dejar la silla, baños accesibles y personal especializado para asistencia. La playa popular de Luro fue una de las pioneras, pertenece a una ONG llamada “Mar para todos”, y funciona hace 10 temporadas bajo la coordinación del guardavidas Ricardo Colonna, quien trabaja activamente para que esta iniciativa se replique en toda la costa.
Entre charla, mates y torta marmolada que hizo una de las alumnas, se va yendo el sol en Puerto Cardiel. Desde un costado de la ronda Lucas mira el mar.
Hoy fue un gran día.
Para todos, para todo bien, y para todo mal,
El mar.
Por @sofi_cash
Para conocer más de la Escuela «Remando Juntos» de surf adaptado https://www.facebook.com/remando.juntos.surf.adaptado/
Agradecemos a Micromar micromarsrl.com.ar y a «Cuca Surf House»facebook.com/cuca.surf.house/